Es una tarde de verano calurosa y húmeda en Sarasota. Voluntarios y empleados diligentes y sudorosos del All Faiths Food Bank (“Banco de alimentos All Faiths”) están sonriendo y bromeando mientras se ayudan unos a otros a montar largar mesas, descargar palés enormes de productos agrícolas y en lata, y prepararse para los cientos de adultos y niños que ya han empezado a llegar para recibir ayuda.
Los beneficiarios hacen fila para recibir su número para así unirse entonces a la “otra” fila para recibir la comida que necesitarán para sobrevivir una semana. Son de todos los géneros, edades y etnias. No es extraño ver a una abuela o a un abuelo con dos o tres niños pequeños a quienes cuidan a tiempo completo. A menudo, hay múltiples grupos de madres y niños que han venido juntos. Las mamás están empujando los cochecitos, llevando a sus bebés en brazos y suavemente llevando de sus pequeñas manos a sus niños que están comenzando a caminar. Les veo hacer fila para recibir sus números, después, poco a poco, tomar asiento en las gradas pequeñas que hay en este campo de educación física de una escuela primaria local para esperar. Una persona se queda en la fila. Los otros, junto con los niños mayores, se reúnen, para vigilar. Me doy cuenta de lo afortunados que somos de tener esta estructura enorme como toldo sobre nuestras cabezas cuando el vapor se convierte en una lluvia ligera.
He montado mi stand de colores brillantes en morado y oro y he colocado cuidadosamente mis materiales para compartir. El polo morado que llevo claramente destaca y me conecta a nuestro stand y nuestra razón de estar ahí: somos la Suncoast Campaign for Grade-Level Reading (SCGLR por sus siglas en inglés, “Leer para 3ro”) y tenemos la intención de asegurar que todos los niños dominan la lectura para el final del tercer grado. Estamos aquí para compartir información y conectar directamente con los padres y los cuidadores de los niños más vulnerables en nuestra región.
Evalúo a los grupos cada vez más numerosos de familias en las gradas y me doy cuenta de que muy pocos vendrán a mí por su cuenta, así que tomo un puñado de llamativos lápices morados y una pequeña pila de materiales de Vroom y comienzo a presentarme amablemente. Al principio, me reciben con resistencia o tolerancia a penas disfrazada. Continúo y me esfuerzo en conectar. Los tranquilizo hasta que comienzan a suavizarse, a confiar en mí y a escuchar… “Es una campaña nacional que hemos traído a esta área para ayudar a todos los niños a aprender a leer. Es una aplicación completamente gratuita y muy sencilla de usar. La aplicación ayuda a convertir momentos cotidianos en momentos para desarrollar el cerebro. Sí, es para usted, los padres. Sí, viene en español. Es una herramienta estupenda para ayudarle a ayudar a sus hijos”.
Sin advertencia, todos nos sorprendimos y nos divertimos un poco con un tornado de energía muy entusiasta de casi 7 años en un vestido de verano rosa y chanclas amarillas que de repente estaba a mi lado tirando de mi camiseta. “¡Te conozco!”, dice. “¡Eres una de mis maestras!”. Estoy brevemente tomada por sorpresa ya que estoy segura de que no soy una de sus maestras. Veo a los padres mirando, escuchando. A esta maravillosa mariposa, sin embargo, no se le va a parar y ahora está abrazando mis muslos con nada menos que amor y feliz admiración.
Reconociendo su presencia y entusiasmo, le pregunto: “¿Cómo nos conocimos y cómo sabes que soy tu maestra?”. “¡Sé que eres mi maestra porque todos mis maestros tienen esto en su camiseta!”. Se ha puesto de puntillas y está tocando la insignia de SCGLR en mi hombro derecho, dejándome saber y, en consecuencia, a la pequeña multitud con la que he estado hablando que: “¡Yo he leído libros contigo este verano! ¡Ves que tengo todas estas!”. Pone su brazo en alto donde los brazaletes multicolores que ganó en el Desafío de libros del verano están colgando orgullosamente. “¡Guau! ¡Qué asombroso! ¡Estoy muy feliz por ti! ¿Dónde ibas a leer?”, pregunté. Me mira directamente como si estuviésemos compartiendo una broma privada y dice: “En la biblioteca, ¡por supuesto!”. Ella está sin duda muy orgullosa de que sabe leer “mucho mejor que el año pasado”. Su padre, que lleva en brazos a un bebé y que ha estado mirándonos desde lejos, se acerca. Nos presentamos e intercambiamos sonrisas. Retrocedo para incluir al gran público (que sorprendentemente aún estaban escuchando) y explico Vroom y cómo puede ayudar al desarrollo de su bebé. Él y otros aceptan materiales para descargar la aplicación mientras que su hija me mira hipnotizada y espera respetuosamente para contarle la historia de mi camiseta, y sus brazaletes, y los libros, y la biblioteca, y que soy su maestra.
En un contexto más amplio, es tan solo un momento en el tiempo, pero se trata de uno impactante. El entusiasmo de la presencia de esta niña y la alegría de su historia ha atraído la atención de todos, y comenzamos a compartir su experiencia. Un sentimiento recíproco de respeto, conexión e intereses comunes comienza a emerger de forma orgánica y todos lo sentimos. Miro alrededor y veo que incluso los adolescentes están escuchando y asintiendo su cabeza a la vez, mientras que un chico joven ya ha descargado la aplicación Vroom en su teléfono.
Agradeciéndoles a todos por permitirme compartir y recordarles cómo conectar con nosotros o si tienen preguntas o quieren hacerse voluntarios, me comencé a separar del grupo. El padre de la preciosa estrella de SCGLR se inclina y me agradece sinceramente por enseñarle a leer este verano. Comencé a explicar que, en verdad, no fui yo la que le enseñó a leer este verano y después me di cuenta de que, sencillamente, tenía que dejarlo estar. Para esta familia, mi polo de SCGLR es prueba suficiente. Yo soy la maestra de esta niña.
Y ella la mía.