Es sábado por la tarde y tengo una misión. Después de varios intentos de conectar con los dueños de lavanderías de la zona a través del correo electrónico, no estoy haciendo el progreso que esperaba. Quiero ver cómo una colaboración entre la Suncoast Campaign for Grade-Level Reading (SCGLR) y lavanderías locales pueden ayudar a familias locales. Queda claro que tendré que ir a ellas. La lista que he sacado de Internet es de muy poca ayuda ya que es larga y no específica; sin embargo, sé dónde están ubicadas cuatro escuelas de Título 1 en el condado de Sarasota, así que decido comenzar ahí. Abro Google Maps y conduzco a la primera escuela más cercana a mí. Desde ahí, pregunto a Siri que por favor busque la lavandería más cercana. En cinco minutos, paro en un pequeño centro comercial deteriorado. Al instante me doy cuenta de que probablemente deba prestar atención a mi entorno. Cojo un pequeño montón de materiales de Vroom y La mente en formación, cinco lápices promocionales, mi teléfono, un bolígrafo y una libreta. Mis llaves y mis tarjetas de visita están en mi bolsillo. La oficina está cerrada hasta el martes, y hay una nota escrita a mano para llamar a Lamar si necesita notificar un problema con las máquinas. Rápidamente anoto su número y el horario de apertura.
Doy la vuelta por el costado del edificio y entro rápidamente. Es pequeño y confinado. Cuando entro, un hombre joven de unos 30 o así se gira y me mira. Sonrío, y él me devuelve la sonrisa. Me muevo por el pequeño laberinto de máquinas y cestas de metal con ruedas buscando un gerente de turno. Un joven con auriculares me mira y levanta un lado de los auriculares, pero no dice nada, así que le pregunto si “¿hay alguien que trabaje aquí?”. Él dice: “No, señorita, están cerrados. El número está en la puerta, pero puede utilizar las máquinas”. Es amable y estoy agradecida. A medida que le agradezco, me doy la vuelta por el estrecho espacio para salir por donde entré. Es el único camino abierto.
Me doy cuenta de que el joven que me sonrió al principio tiene dos hijos pequeños, ambos chicos, y me pasa por la mente que los protegió de mí con su carrito de lavandería cuando entré. Están sentados en sus sillas, comiendo pizza en una mesa para plegar ropa abarrotada, encajada entre una lavadora doble apilada y una máquina expendedora. Me acerco al hombre, me presento y me dice que su nombre es José. Le pregunto que si puedo compartir información con él sobre la Suncoast Campaign for Grade-Level Reading y nuestros objetivos para asegurarnos de que todos los niños leen a nivel de grado para el final del tercer grado. En el acto, sonríe y sus ojos se iluminan. Mientras dice “¡Sí!”, pone su mano en la espalda de su hijo y comparte orgulloso: “¡A mi hijo mayor le encanta leer!”, y después continúa, su tono cambiando a preocupación. “A mi hijo pequeño, no tanto…”. Ambos niños miran al escuchar ser mencionados, y todos sonreímos. José dice: “Les compré un diccionario y me tienen que traer cinco palabras nuevas, CADA DÍA. Todos hablamos de ellas y lo que significan, y ahora mi hijo me está trayendo todo tipo de palabras disparatadas que jamás había escuchado ¡y se ríe de mí!”. Está sonriendo mientras continúa: “Es difícil porque siete días a la semana trabajo en The Dutch Valley Restaurant. Pero, pase lo que pase, me aseguro de pasar tiempo con ellos cada día, porque es importante”. Estoy mirando a este padre con asombro y se lo digo. Le pregunto si le puedo dar a sus hijos uno de los lápices promocionales y él acepta mientras le explico sobre Vroom y Mind in the Making. Le enseño las instrucciones para descargar la aplicación gratuita Vroom en español y le pregunto si conoce a alguien con niños pequeños que podría utilizarla. “Sí, sí, conozco a gente”, contesta. “¿Puedo llevarme unas pocas más, por favor?”. Le miro directamente y le digo: “Gracias. Usted es un muy buen padre. Sus hijos son muy afortunados de tenerle a usted como su Padre”.
“Quiero mucho a mis hijos”, es su única respuesta.
“¿Le importa si hablo con sus hijos directamente un momento?”, pregunto.
“Sí, por supuesto”.
Arrodillándome al nivel de sus ojos, me presentó a los niños. “Gracias por compartir su tiempo con su papá conmigo hoy, chicos”. Brevemente les explico sobre SCGLR y por qué nos importa que aprendan a leer. “¿Ustedes saben lo inteligente que es su papá? Es muy inteligente. Me dijo que están leyendo el diccionario ¡y aprendiendo cinco palabras nuevas cada día! Eso es increíble”. Le pregunto gentilmente al hijo pequeño y admite que a él no le gusta leer mucho, sin embargo, es obvio que ambos niños están prestando mucha atención a todo lo que se está diciendo. Ellos también están mirando a su padre mientras hablo con ellos sobre él. Se puede ver su orgullo en él crecer. “… el programa con el que trabajo está intentando hacer que todos los padres hagan ¡lo que su padre ya está haciendo con ustedes! ¿Cómo supo enseñarles esto? Porque él es muy listo, ¡por eso! Recuerden, incluso si no les gusta mucho ahora mismo, eso cambiará a medida que aprendan lo que más y más palabras significan, así que por favor sigan intentándolo y ¡nunca, nunca se rindan! Escuchen a su Papá”.
Qué regalo fue conocer a este padre. No solo es un hombre amable y trabajador, sino que también es un hombre inteligente con el espíritu de un líder. Se puede sentir en la manera en que se comunica.
Decidimos celebrar nuestro cruce de caminos con una fotografía.
La llamo: “Quiero a mis hijos”.
Si no puedes hacer grandes cosas, haz pequeñas cosas que sean GRANDES.